lunes, 14 de septiembre de 2009

Falta algo en el pueblo

Es inevitable la tristeza. Como lo es el rememorar los gratos momentos compartidos con todas aquellas personas que se nos van yendo. Especialmente cuando se nos va alguien a quien no solamente conocemos, apreciamos sino cuando sabemos que junto a ella desaparece parte de la esencia de nuestro pueblo. Eso me pasó cuando me enteré del fallecimiento de don Miguel Arce. Hombre indiscutiblemente conocedor de un sinfín de anécdotas, relatos de hechos acaecidos cuando nuestro pueblo aun no contaba con alumbrado público o cuando existía “el matadero” que se encargaba de faenar las reses para las carnicerías del pueblo. Si duda, el hecho de que Don Miguel había pertenecido a ese selecto grupo de gente de nuestro pueblo que pudo estar en contacto directo con una infinita variedad de hechos que acontecieron en nuestro suelo, los años vividos, la experiencia compartida con vecinos lo hacían una fuente invaluable al momento de hablar con el.
Y esta era una de las características que lo determinaban. Era imposible que al encontrarse con él, no existiera la curiosidad de querer conocer aquello que seguramente él estaba dispuesto a compartir.
Por eso sin ningún lugar a duda, la desaparición de Don Miguel se hace sentir. Falta algo en el pueblo.

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